Los vasos sanguíneos conforman un sistema de "tuberías" por las que circula nuestra sangre, forman el sistema circulatorio. Las arterias llevan la sangre rica en oxígeno y nutrientes como la glucosa desde el corazón a todos los órganos y células de nuestro cuerpo. Después de que nuestros tejidos han extraído los nutrientes de la sangre y han vertido en ella materiales de desecho, las venas se encargan de completar la circulación y volver la sangre al corazón. La excepción, nuestros pulmones: al pasar por ellos la sangre se oxigena, vuelve al corazón rebosante de oxígeno y preparada para ser de nuevo distribuida a todas las partes del cuerpo.
La lesión vascular causa rápidamente un hematoma masivo y, si no se repara, una pérdida intensa de sangre y el consiguiente fallo orgánico. La hemostasia (el cese de la pérdida de sangre desde un vaso dañado) tiene ciertas etapas separadas, aunque relacionadas entre sí: compresión y vasoconstricción; formación de un trombo hemostásico o trombo blanco (hemostasia primaria); formación del coágulo de fibrina más estable (hemostasia secundaria), y finalmente, retracción y disolución del coágulo.
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